
Hay días en los que estoy especialmente imbécil. Abro la boca y salen serpientes verdes que se enroscan en la conversación y la ahogan por completo.
Hay días en los que me siento tan mal, que la única salida es meterme en la cama y amanecer al día siguiente con la cabeza llena de planes y el cuerpo dolorido de tanto sueño.
Hay días en los que el móvil se convierte en un cepo y me quedo atrapada. Si alguien se acerca, lo agarro del brazo para que sufra conmigo.
No me gusta nada ser así...