Ayer hizo un mes que conocí al niño despeinado.
A las seis de la tarde, una voz que salió desde detrás de un ramo enorme, preguntó por mi. Despúes, la mano que intentaba sujetar el ramo a duras penas, me lo acercó. Cuando yo lo cogí, pude ver por fin al dueño de la voz y de la mano, que era un señor muy risueño. En el momento, con la estupefacción, me dió por pensar que su trabajo debe ser muy agradecido. Todo el día viendo caras sorprendidas y felices.
Son unas flores preciosas, margaritas amarillas y blancas, gerberas y una rosa perfecta y roja en el centro.
Y pienso: ¿dónde se había metido este niño? ¿Cómo se puede ser tan lindo? ¿Debería haber cogido un avión y darle las gracias de forma impúdica?